Espiritisme: Ciència, Filosofia i Moral

12 de noviembre de 2011

Desencarnación de Juan Antonio Durante (1929 - 2011)

El espiritista argentino, Juan Antonio Durante, natural de Buenos Aires, desencarnó el día 9 de noviembre de 2011, a la edad de 82 años.

De formación intelectual humanista, trabajó en el área de las relaciones humanas de importantes entidades bancarias argentinas.

Presidente Honorario y Socio Fundador, en 1965, junto a un grupo de jóvenes argentinos, de la Institución Espírita “Juana de Angelis”, desarrolló una gran actividad, siendo conocido por ello no sólo en su ciudad, Buenos Aires, sino en todo el territorio argentino.

Fue un destacado trabajador durante sus más de 60 años dedicados a divulgar el espiritismo, tanto a nivel nacional como extranjero, a través de sus innumerables giras de conferencias en más de 200 ciudades de 30 países de América, Europa y Japón. Participó activamente en diversos congresos internacionales.

Fundador de diversas instituciones espiritistas de su país y del extranjero, fue Vicepresidente de la Confederación Espírita Argentina y miembro fundador del Consejo Espírita Internacional

Era el traductor oficial al castellano de las obras psicografiadas por el médium brasileño Divaldo Pereira Franco.

Como escritor, a través de sus facultades psíquicas, produjo dos libros “Del Maestro al discípulo” (autor espiritual Cosme Mariño) y “Prosigamos”, teniendo en preparación un tercero, que en estos momentos no sabemos si ya se ha publicado.

Por la gran amistad y afecto que nos unía, y por ser uno de los conferenciantes pioneros con que el aún no constituido CBCE contó en la divulgación del espiritismo en Barcelona (su primera conferencia se la organizamos el 20 de abril de 1978), deseamos sinceramente que los espíritus superiores y familiares le hayan acogido con inmensa ternura en su regreso al mundo de los espíritus, seguros de que, una vez recuperado de ese importante viaje, tomará de nuevo las riendas de su vida para dar lo mejor de sí mismo, como lo ha venido haciendo hasta sus últimos momentos en este mundo, prosiguiendo así con su labor de aprendizaje y servicio hacia los demás.

Amigo ¡hasta siempre!

4 de junio de 2011

REFLEXIONES: La lógica de la paz

Extraído de “Opinião”, nº. 80, Octubre 2001


Órgano del “Centro Cultural Espírita de Porto Alegre”

Porto Alegre, Brasil

Traducción: PAM

Publicado en FE 103


“Si continuamos practicando la ley del ojo por ojo todos terminaremos ciegos” (Ghandi)

Hay la lógica de la guerra y la lógica de la paz.

Por la lógica de la guerra, toda agresión debe ser vengada, porque la honra herida -(según se dice)- sólo se lava con sangre. Por la lógica de la paz, la revancha a una agresión es insania e imprudencia que nunca valen la pena, pues atentan contra la vida, que, en cualquier circunstancia, es sagrada.

La lógica de la guerra se sustenta en la destrucción y en la muerte. La lógica de la paz se inspira en las leyes magnánimas de la vida y en su permanente impulso creador.

Por la lógica de la guerra, la patria tiene un territorio circunscrito en el espacio y sus habitantes tienen que ser preservados a cualquier precio. Por la lógica de la paz, la Tierra es la patria de los hombres que tenemos que cuidar por todo lo que en ella vive; su armonía, salud y bienestar es deber solidario de toda la comunidad mundial.

En la lógica de la guerra, justicia es sólo la expresión del “ojo por ojo, diente por diente”. En la lógica de la paz, justicia es instrumento de la realización del progreso individual y colectivo, rumbo a la plena vivencia del: “amaros los unos a los otros”.

La lógica de la guerra puede incluso generar el poder económico, o prestigio político, la supremacía de un pueblo sobre los otros. La lógica de la paz conduce a la solidaridad entre las naciones, a la fraternidad entre los hombres, al respeto mutuo entre los pueblos, al progreso de la humanidad como un todo.

La guerra jamás es santa y la justicia sólo es infinita cuando está conjugada con el amor que es el objetivo por excelencia de la vida, la energía que la eterniza y la garantía única de la paz.

1 de mayo de 2011

Doctrina Kardecista - Modelo conceptual (reescribiendo el modelo espirita)

(Comentarios iniciados en F.E. 137 y siguientes)
1ª. Parte – Consideraciones Previas

Capítulo II – DE LO SENSORIAL A LO ENERGÉTICO

1. Un largo camino recorrido

DOCTRINA KARDECISTA (en adelante D.K.) - “La sabiduría, la verdad y el análisis de los factores de la naturaleza fueron, durante siglos, puramente sensoriales.

Sensorialmente, la Tierra está parada y es el Sol el que parece circular en torno de ella. Esa sensación produjo la “revelación divina” defendida por la Iglesia de que había un cielo arriba y un infierno abajo. Y, en consecuencia, se pudo imaginar a Dios como una persona sentada en su trono.

Todo, durante siglos, fue concebido y vivido plácidamente, bajo ese horizonte limitado de los sentidos, pero para entonces era satisfactorio.

El desarrollo de los instrumentos cambió el escenario.

El telescopio de Galileo Galilei mostró a la Tierra moviéndose y ese simple descubrimiento precipitó la investigación, la curiosidad y el saber humanos. De ahí en adelante, lo sensorial fue paulatinamente vencido por la experimentación. Mucho tiempo después Pasteur mostró el mundo microscópico, inexistente para el ojo, el tacto, el olfato, el oído y el paladar humanos.

En la era de la ciencia y de la tecnología, todo lo que era “sólido se disipa en el aire” y actualmente las investigaciones científicas derrumbaron el entendimiento de lo real, de la realidad y mostraron que vivimos en un universo energético, mutable y, no obstante, consolidado.

COMENTARIO DE FLAMA ESPIRITA (en adelante F.E.) - Siempre le cabe -y le cabrá- a la Ciencia el papel de desentrañar los misterios de lo maravilloso y de lo sobrenatural, aspectos que nos han acompañado desde toda la historia de la humanidad, como hijos de la ignorancia. Al Espiritismo también le compete este cometido, aclarando y explicando la realidad mediúmnica, alejándola del oscurantismo y la incomprensión.

Probablemente será la Ciencia -con mayúsculas- la que demuestre, en el momento oportuno, la existencia del alma, como aspecto primordial de la comprensión de la realidad espiritual. Será la que acercará definitivamente al ser humano esos conceptos defendidos por el Espiritismo: la inmortalidad, la reencarnación, la comunicación con los espíritus,… Después se irán entendiendo los aspectos morales: la responsabilidad personal, la ley de causa y efecto, la ley de compensación moral,… Todo ello, sin duda, será consecuencia de un largo proceso de investigación física y psíquica.

Probablemente no será el Espiritismo, como tal, el que acompañe a la Ciencia en esta gran aventura. Sin embargo, sin duda alguna, las buenas ideas y las excelentes aportaciones de esta doctrina, persistirán y acompañarán ese proceso de descubrimiento, tal vez con otro ropaje. Hace ya muchos años (en 1895), Gabriel Delanne apuntaba esa posible realidad:

“Y así como el Magnetismo, vejado y menospreciado, ha concluido por forzar las puertas de las Academias, así el Espiritismo, con un nombre que pida a préstamo, logrará al fin recibir la consagración oficial.”
(“La Evolución Anímica”, cap. IV)

2. La última barrera

D.K. – “En 1857, Allan Kardec, con el lanzamiento de “El Libro de los Espíritus”, agitó el campo controvertido de la naturaleza del ser humano, su destino y su potencialidad, derrumbando la última barrera sensorial: la muerte.

En 1868, once años después de publicar “El Libro de los Espíritus”, afirmó:

“Es una revolución total que habrá de operarse en las ideas; revolución tanto mayor y poderosa ya que no está circunscripta a un pueblo o a una casta determinada, sino que abarca simultáneamente el alma de todas las clases, nacionalidades y cultos” (“La Génesis”, Cap. 1, apartado 20).

F.E. - Es cierto que las ideas espiritistas -con ese u otro nombre- deberán ser uno de los motores de esa revolución. Cuando las personas aceptan los postulados inmortalistas y reencarnacionistas han de cambiar de manera indefectible de actitud ante la vida, lo que acabará acarreando, con su generalización, una auténtica revolución moral.

D.K. - “Y agregó Kardec en la misma obra:

“El hecho de poder establecer comunicación con los Seres del Mundo Espiritual trae consigo consecuencias de la mayor gravedad: es un mundo nuevo que se nos revela, un acontecimiento de la mayor importancia, puesto que ese mundo nos espera a todos, sin excepción. Este conocimiento al generalizarse, ocasionará profundas modificaciones en los hábitos, el carácter, las costumbres y las creencias, todo lo cual tiene una influencia enorme sobre las relaciones sociales.” (Ídem)

Como que el plano extrafísico es invisible a la mirada, se mantiene todavía la cultura sensorial. El instrumento para penetrar en ese plano es la mediumnidad y ella, por sus peculiaridades, es extremadamente vulnerable.

F.E. - “La mediumnidad es una planta delicada que para florecer necesita atentas precauciones y cuidados asiduos. Necesita método, paciencia, altas aspiraciones, sentimientos elevados. Necesita, sobre todo, la tierna solicitud del espíritu bueno que le prodiga su amor y le envuelve en sus fluidos vivificantes. Pero, casi siempre se le quiere hacer producir frutos prematuros, y desde aquel momento se desvía y se agosta bajo el soplo de los espíritus atrasados.”

Así enfatizaba Léon Denis (“En lo Invisible” Cap. V) esa vulnerabilidad de la facultad medianímica. Desde luego, fue el profesor Rivail quién comprendió la importancia de la dignificación de la mediumnidad, la cual pasa, sin duda, por un ejercicio noble y serio de la misma. Jon Aizpúrua en su “Tratado de Espiritismo” (Cap. V) resalta las claves de una buena orientación de la mediumnidad:

“Conforme a las enseñanzas doctrinarias del Espiritismo, no se debe forzar la eclosión de la mediumnidad, pero sí debe ser orientada y disciplinada en tres vertientes fundamentales: moralización, culturización y tecnificación, todas las cuales propenden hacia un auténtico y pleno crecimiento espiritual del médium y de todos los participantes de las actividades mediúmnicas.”

Ojalá que esos buenos planteamientos de Kardec, Denis, Delanne, Aizpúrua y otros, pudiera ser una realidad en todas las agrupaciones espiritistas y en todos quienes sientan la sensibilidad mediúmnica. Siendo conscientes de que ello no es así, hay que esforzarse en una correcta divulgación de la teoría medianímica para favorecer esa adecuada comprensión.

6 de febrero de 2011

La Ley de Causas y Efectos

Claudio Drubich

Transcrito de “Renovación”

Órgano del “Consejo de Relaciones Espírita Argentino” (CREAR), Agosto 1997


La definición que nos brinda el Espiritismo sobre la Justicia Divina se halla contenida en dos bases fundamentales: la Reencarnación y la Ley de Causas y Efectos.

Las vidas sucesivas que atravesamos como seres en evolución es el escenario en el que vamos teniendo las distintas experiencias evolutivas que nos llevan al progreso espiritual.

La Ley de Causas y Efectos enseña que cada acto realizado lleva implícitas sus consecuencias, y que cada uno cosecha siempre lo

que ha sembrado; es la norma que rige esa evolución.

Visto de este modo, el camino de los seres hacia estados de progreso se realiza a través de sus actos, con las consecuencias que éstos van generando, y así se produce el aprendizaje dentro del marco de la pluralidad de existencias.

Sin embargo, vemos que esta concepción, que encierra el sentido de Justicia Divina, adquiere diferentes interpretaciones, a veces de los espiritistas mismos, volviéndola confusa, cuando en realidad es simple y profunda.

Para acercarnos a su real comprensión, deberíamos tener en cuenta algunos aspectos que no siempre tenemos claros.

La Ley de Causas y Efectos y el tiempo:

Ya Einstein, en su Teoría de la Relatividad, afirmó que el tiempo es una variable no absoluta y que depende de la visión de la persona que lo mide. De la misma manera, nuestra falta de comprensión de muchos hechos que ocurren y nos ocurren, se debe a que todo lo analizamos desde el punto de vista de esta existencia, adjudicándole un valor absoluto y no tomándolo como lo que es: un capítulo en la marcha evolutiva de los seres.Nos es fácil comprender sucesos que se conectan entre sí en una existencia; por ejemplo: una persona violenta que muere de la misma manera; una persona con adicciones que termina su vida, privada de sus sentidos y enferma. Pero nos rebela ver a un ser sufrir sin saber por qué, desconociendo qué historia tiene ese ser detrás, en vidas anteriores.


La Ley de Causas y Efectos no justifica nuestra falta de solidaridad:

Si bien el conocer - (F.E.:“mal que bien”) - el mecanismo de la justicia a través de esta Ley, nos puede dar una visión más amplia y optimista de los hechos, esto no justifica una inacción frente al ser con problemas, con limitaciones, con dolor, pensando que es lo que merece. Por el contrario, el sentido del conocimiento de la misma nos debe dinamizar en estados solidarios. Nada es irreversible ni inmodificable. Esta es la misericordia de Dios, y tenemos el deber de hacer todo lo que podamos para aliviar el sufrimiento de nuestro semejante. (F.E.: Remitimos a “El Evangelio según el Espiritismo”, Cap. V.)

La Ley de Causas y Efectos no es fatalista

Ya que el ser tiene entre sus posibilidades la de evitar pruebas de dolor planificadas –por él mismo o sus protectores- a través de sus esfuerzos en el progreso por su voluntad de cambio.

La Ley de Causas y Efectos no se debe tomar en forma especulativa

Pensando en la mecánica del “premio o castigo”. Ampliando lo ya mencionado, debemos los espiritistas sacar de nuestro léxico este concepto; el sentido de la evolución no se define como una sucesión de recompensas o dolores, según las acciones que emprendamos, sino como una continua búsqueda del progreso. Un progreso en el que transitando por experiencias evolutivas iremos desechando aquellos obstáculos que interfieren en la concreción de estados de Amor, e iremos aquilatando en nuestro espíritu sentimientos, capacidades y potencias positivas.


La Ley de Causas y Efectos y el juzgamiento:

No debemos pensar que las atribulaciones y dolores que atraviesa un ser en una existencia se deban indefectiblemente a errores cometidos en otras. Esta es una observación simplista, y constituye un acto de juzgamiento. Hay muchas razones por las que un ser puede planificarse una existencia de limitaciones, como por ejemplo misiones que se comprometa a llevar a cabo.

Otras veces se trata de espíritus muy evolucionados, pero que deben desarrollar potencias específicas en algún aspecto y encarnan en un medio, que aunque difícil por sus características, les permite concretar ese estado de progreso específico.

La Ley de Causas y Efectos y la familia


Atento a la manifestación de los espíritus y también a través de la información obtenida por las experiencias de regresión de memoria, encontramos que los seres que hoy conforman nuestra familia, en muchos casos tienen un pasado común, con historias de luchas, de amor, de enfrentamiento. Por ello es importante que centremos nuestro accionar en ella, porque seguramente tendremos mucho que trabajar en la trama de relaciones que en una familia se entretejen.


La Ley de Causas y Efectos tiene connotaciones muy profundas


Que en nada se parecen, ni de cerca, a la definición de la Ley del Talión, y de muchas de esas connotaciones sólo tenemos atisbos de comprensión, porque partimos muchas veces de nuestra limitada visión, influida casi siempre de nuestros deseos, de nuestra propia concepción, de nuestros errores personales. Éstos hacen que en variadas circunstancias deseemos adaptar la Ley de Justicia a nuestros gustos o necesidades.

Ante esto, el mundo espiritual nos reitera permanentemente una premisa para tener siempre delante de nuestra vista: la Humildad.

La humildad para tratar de comprender los procesos, las situaciones, los seres y las circunstancias de nuestra vida. Incluso para entender que no podemos saber todo sobre la evolución, sobre la mecánica y el sentido profundo de la Ley. Pero no como si esto fuera un misterio, sino como resultado de las limitaciones de nuestra visión de encarnados que, aunque tratemos de evitar, nos hace apreciar a los seres y los hechos desde nuestra óptica personal.

No especulemos ante la Ley de Justicia, implícita firmemente en la Ley de Causas y Efectos. Esta existe, es inmanente. Tampoco actuemos oprimidos pensando en nuestro pasado y sus consecuencias en esta existencia. No trabajemos en nuestro progreso como si tuviéramos una espada de Damocles esperando nuestra equivocación.

Seamos espontáneos, tomemos nuestras limitaciones no como culpas o pecados, sino como material a ser reelaborado hacia estados positivos. Actuemos con solidaridad, con amor por el solo hecho de ver felices a quienes nos rodean, por tratar de sentir, aunque sea en forma intermitente, ese estado de plenitud, de vibración, que nos hace sentir hermanados a todos los seres de la creación.

La percepción de la Justicia Divina, inmanente en la Ley de Causas y Efectos, nos permite un estado de optimismo frente a la vida, adoptando -por un lado- una visión amplia y positiva de la evolución, aun a pesar de las crisis y pruebas que nos toca sobrellevar y nos impulsa a plasmar comportamientos éticos y responsables que, por encima de todo, nos permiten transitar nuestra existencia con plenitud y felicidad.